jueves, 2 de mayo de 2013

Del cielo al infierno alemán.

Nada pudo hacer el Barcelona, nada pudo hacer Villa. Esta eliminatoria dejará huella.
 
El Barcelona ha caído eliminado en semifinales de Liga de Campeones tras perder de nuevo frente al Bayern (0-3) en el partido de vuelta de su eliminatoria. El encuentro estuvo marcado por la baja de Messi, que recayó de sus molestias musculares y no jugó un solo minuto. También faltaron en el equipo Abidal, Jordi Alba, Sergio Busquets y Carles Puyol.
Robben, Piqué en propia puerta y Müller, todos en la segunda parte, anotaron los tantos del equipo muniqués. El 7-0 global es un serio aviso para un equipo que deberá reiventarse so pena de instalarse en la autocomplacencia.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Peores remontadas hemos visto.


El 26 de mayo de 1999, Kuffour golpeaba con el puño repetidamente el césped del Camp Nou. El central del Bayern había perdido la final de la Champions de manera cruel y dolorosa, cuando todos daban como ganador al cuadro alemán, que se había adelantado a las primeras de cambio con un gol de Basler.

Pues no. En el descuento, el Manchester United consiguió dos goles separados únicamente por minuto y medio y se llevó el trofeo. Los alemanes acabaron destrozados, llorando amargamente sobre el césped del estadio azulgrana.

Un milagro futbolístico, sí. Igual que en la final de 2005, cuando el Liverpool remontó el 0-3 con que el Milan se había ido al descanso. O la remontada por 4-0 del Deportivo al propio Milan.

El Barcelona sabe que esta noche necesita lo más parecido a un milagro para eliminar al Bayern. El resultado del Allianz es una enorme losa que pesa sobre ellos. El 4-0, un resultado que nunca se remontó en Champions, es una barrera casi infranqueable. Obliga a los de Tito a un esfuerzo descomunal en ataque y un trabajo perfecto en defensa porque encajar un gol sería fatal.

Sin embargo, el problema no es sólo el resultado. Las sensaciones que han transmitido últimamente uno y otro equipo son diametralmente opuestas. El Bayern lleva unas semanas siendo una máquina de golear. Lo hizo en Europa, en la Bundesliga, en la Copa alemana y ante el Barça no fue una excepción. Es un conjunto en racha, con la moral por las nubes y en una forma física envidiable. En este aspecto los azulgranas andan un paso por detrás. Y todo esto con un equipo plagado de grandes jugadores y con una enorme profundidad de banquillo.

El Barcelona, en cambio, vive momentos confusos. No es la máquina de hace unos años. Se ha paseado en la Liga, pero cuando traspasa los Pirineos sufre más de la cuenta. Los números lo dicen todo: de los últimos ocho partidos de Champions solo ganó dos. La plantilla lo sabe, por eso no pregona con altivez la remontada y lo dice con la boca muy pequeña.

El equipo de Tito/Roura ya vivió un momento agónico con el Milan, al que tuvo que remontar un 2-0. Lo hizo de manera brillante, consiguiendo un 4-0 en un partido casi perfecto. Fue un ejercicio de épica que no ha tenido continuidad. La presión que hizo en todo el campo, la rápida circulación de balón, máxima concentración defensiva y un gran efectividad de cara a la portería rival, fueron sus grandes cualidades. Sin embargo, ha quedado como un gran partido aislado, porque los azulgrana volvieron a cometer errores de antaño frente a PSG y Bayern.

Un partido perfecto
El Barcelona se agarra a Leo para otra heroicidad. Es la gran baza. El argentino está recuperado y, después de lo visto en San Mamés, con ganas de fútbol y de goles. Y si Leo está enchufado, los milagros ya no lo son tanto. Ya se vio frente al PSG, su sola presencia sembró el pánico en el rival, que no supo digerir su llegada y dejó escapar una eliminatoria que tenía bien encarrilada con el 0-1.

Pero el Barcelona no puede ser sólo Messi. Hoy necesita una actuación casi perfecta de todos sus hombres. Empezando por Valdés, que debe mantener su puerta a cero. Unida a una defensa sólida, aunque no haya ofrecido las garantías de otros años y un Song que suplirá al lesionado Busquets. Y arriba el equipo debe funcionar como una orquesta perfectamente afinada. Xavi llevará la batuta y Messi, Iniesta y los que estén a su lado deberán ejecutar la partitura a base de goles. Es un reto casi imposible. Y en Can Barça lo saben. Pero también que llevan cinco años destrozando marcas de otro mundo.

El Madrid llega tarde al vuelo a Wembley



Dos goles de Benzema y Ramos en los últimos diez minutos dejaron al Madrid al borde la final de la Champions por tercer año consecutivo. Pero los tantos llegaron demasiado tarde, en especial si se recuerdan las tres clarísimas ocasiones que los blancos desperdiciaron en el primer cuarto de hora y que pudieron haber definido un guión de partido totalmente distinto. Pero no; al final fue el mismo de los tres últimos años.

Un cuarto de hora de ceguera condenó al Madrid. Se cumplió casi completo el ritual de las remontadas. Al final faltó el gol, sólo uno, ese elemento para algunos tan prosaico que, para quitarle lustre, se suele atribuir casi de forma exclusiva a eso que llaman pegada. Así, sin más. Y el Madrid es, por supuesto, el rey de la pegada.

Si tal cosa es cierta, esa virtud (para algunos un defecto) le abandonó en el momento más inoportuno. Saltó a un Bernabéu inflamado, poblado por 85.000 fieles que creían ciegamente que sí, que era posible. Y lo cierto es que, de salida, lo pareció. Con un centro del campo compuesto por Modric y Xabi, el Madrid presionó arriba, recuperó con rapidez y circuló con rapidez la pelota. Los blancos supieron encontrar grietas por dentro y pudieron remontar la eliminatoria en un cuarto de hora. Así, como suena. Higuaín volvió a evidenciar su desamor con la Champions fallando un mano a mano con Weidenfeller en el minuto cuatro, aunque lo peor estaba por llegar. Cristiano tuvo un remate que en uno de esos días tontos que suele tener, de dos o tres goles, hubiera embocado (minuto 9). Y Weidenfeller volvió a aparecer para negarle el gol en el 14', tras un extraordinario pase de Xabi Alonso.


Pese a todo, el Bernabéu creía, los jugadores creían. El Borussia olía a miedo. El desgaste de los blancos estaba siendo enorme, pero el premio tenía que llegar. El regalo quedó envuelto para Mesut Özil, que se plantó solo ante el meta rival. Tuvo tanto tiempo para pensar, tantas opciones para elegir, que apostó por la peor. Tenía entregado a Weidenfeller, vencido ya, pero quiso ajustar tanto que la envió fuera. Era el minuto 16.

El error de Özil desarmó al Madrid. Otro cuarto de hora nefasto, esta vez en ataque, que, unido al arranque del segundo acto en Dortmund, han sellado su tumba por tercera semifinal consecutiva. Cierto que enfrente hubo un gran equipo, que supo bajas pulsaciones tras un inicio terrorífico. Pero, tras el error de ÖZil -a un nivel bajísimo en los dos partidos ante sus paisanos- al Dortmund ya no le inquietó nada. Ni siquiera la lesión de Götze, que se marchó en pleno huracán blanco. Salió Grosskreutz y el mecano siguió funcionando igual. Adelantó la línea de presión, diluyó a Modric y empezó a encontrar a Lewandowski, que tuvo el 0-1 en un tremendo despiste de Ramos. También fue al principio, porque después no se jugó. El Borussia no quiso y el Madrid no pudo.

La historia del partido parecía escrita, pero el segundo tiempo escondía un giro de guión pleno de dramatismo. Tras la pausa, el Madrid se fue descosiendo, y Lewandowski estrelló el 0-1 en el travesaño. Diego López le hizo un paradón tremendo a Gündogan y de nuevo el delantero polaco, histórico verdugo blanco en esta eliminatoria, rozó su quinto gol en el cruce.

Los cambios dieron vida al Madrid. Sin Cristiano -la evidencia de su precariedad física se hizo patente en la segunda mitad-, Kaká oxigenó la zona de creación y varias situaciones de peligro. También salió Benzema, inexplicable suplente en partidos de este tipo. Aportó definición quirúrgica en el 1-0 y sangre de pez en la asistencia del segundo para Ramos, que acabó el partido imperial, convertido en káiser de todos los ataques blancos. Pero fue demasiado tarde. Sobre todo después de fallar lo imposible en un primer cuarto de ceguera letal.