miércoles, 1 de mayo de 2013
Peores remontadas hemos visto.
El 26 de mayo de 1999, Kuffour golpeaba con el puño repetidamente el césped del Camp Nou. El central del Bayern había perdido la final de la Champions de manera cruel y dolorosa, cuando todos daban como ganador al cuadro alemán, que se había adelantado a las primeras de cambio con un gol de Basler.
Pues no. En el descuento, el Manchester United consiguió dos goles separados únicamente por minuto y medio y se llevó el trofeo. Los alemanes acabaron destrozados, llorando amargamente sobre el césped del estadio azulgrana.
Un milagro futbolístico, sí. Igual que en la final de 2005, cuando el Liverpool remontó el 0-3 con que el Milan se había ido al descanso. O la remontada por 4-0 del Deportivo al propio Milan.
El Barcelona sabe que esta noche necesita lo más parecido a un milagro para eliminar al Bayern. El resultado del Allianz es una enorme losa que pesa sobre ellos. El 4-0, un resultado que nunca se remontó en Champions, es una barrera casi infranqueable. Obliga a los de Tito a un esfuerzo descomunal en ataque y un trabajo perfecto en defensa porque encajar un gol sería fatal.
Sin embargo, el problema no es sólo el resultado. Las sensaciones que han transmitido últimamente uno y otro equipo son diametralmente opuestas. El Bayern lleva unas semanas siendo una máquina de golear. Lo hizo en Europa, en la Bundesliga, en la Copa alemana y ante el Barça no fue una excepción. Es un conjunto en racha, con la moral por las nubes y en una forma física envidiable. En este aspecto los azulgranas andan un paso por detrás. Y todo esto con un equipo plagado de grandes jugadores y con una enorme profundidad de banquillo.
El Barcelona, en cambio, vive momentos confusos. No es la máquina de hace unos años. Se ha paseado en la Liga, pero cuando traspasa los Pirineos sufre más de la cuenta. Los números lo dicen todo: de los últimos ocho partidos de Champions solo ganó dos. La plantilla lo sabe, por eso no pregona con altivez la remontada y lo dice con la boca muy pequeña.
El equipo de Tito/Roura ya vivió un momento agónico con el Milan, al que tuvo que remontar un 2-0. Lo hizo de manera brillante, consiguiendo un 4-0 en un partido casi perfecto. Fue un ejercicio de épica que no ha tenido continuidad. La presión que hizo en todo el campo, la rápida circulación de balón, máxima concentración defensiva y un gran efectividad de cara a la portería rival, fueron sus grandes cualidades. Sin embargo, ha quedado como un gran partido aislado, porque los azulgrana volvieron a cometer errores de antaño frente a PSG y Bayern.
Un partido perfecto
El Barcelona se agarra a Leo para otra heroicidad. Es la gran baza. El argentino está recuperado y, después de lo visto en San Mamés, con ganas de fútbol y de goles. Y si Leo está enchufado, los milagros ya no lo son tanto. Ya se vio frente al PSG, su sola presencia sembró el pánico en el rival, que no supo digerir su llegada y dejó escapar una eliminatoria que tenía bien encarrilada con el 0-1.
Pero el Barcelona no puede ser sólo Messi. Hoy necesita una actuación casi perfecta de todos sus hombres. Empezando por Valdés, que debe mantener su puerta a cero. Unida a una defensa sólida, aunque no haya ofrecido las garantías de otros años y un Song que suplirá al lesionado Busquets. Y arriba el equipo debe funcionar como una orquesta perfectamente afinada. Xavi llevará la batuta y Messi, Iniesta y los que estén a su lado deberán ejecutar la partitura a base de goles. Es un reto casi imposible. Y en Can Barça lo saben. Pero también que llevan cinco años destrozando marcas de otro mundo.
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